El Hijo De Tarzan by Edgar Rice Burroughs

El Hijo De Tarzan by Edgar Rice Burroughs

autor:Edgar Rice Burroughs [Burroughs, Edgar Rice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


XV

Y en la selva, a mucha distancia de allí, cubierto de heridas y de sangre seca que acartonaba su cuerpo, encendido de furia y de dolor, Korak regresaba siguiendo las huellas de los grandes babuinos. No los había encontrado en el lugar donde los viera por última vez, ni en ninguno de los parajes que solían frecuentar, pero los siguió a lo largo 'del bien señalado rastro que iban dejando hasta que, al final, los alcanzó. En el momento de divisarlos, los cuadrumanos avanzaban sin prisa pero sin pausa hacia el sur, lanzados en una de esas migraciones periódicas cuyo motivo sólo el babuino podría explicar, al menos mejor que nadie. A la vista del guerrero blanco que se les acercaba a favor del viento, el centinela que lo había descubierto dio un grito de aviso y la manada se detuvo. Entre los simios se produjeron oleadas de gruñidos y murmullos. Los machos empezaron a andar en círculo, envaradas las piernas. En tono nervioso y estridente, las madres ordenaron a sus hijos que volvieran a su lado y luego buscaron la protección de sus dueños y señores colocándose con sus retoños detrás de los machos. Korak voceó el nombre del rey, quien, al oír aquella voz familiar, avanzó despacio, cautelosamente, con paso rígido. Su olfato debía proporcionarle la confirmación de una prueba convincente antes de aventurarse a confiar de modo implícito en el testimonio de los ojos y del oído. Korak permaneció en la más absoluta inmovilidad. Avanzar en aquel momento podía precipitar un ataque inmediato o, lo que también era fácil, un pánico provocador de la huida. Las fieras salvajes son animales nerviosos. Resulta relativamente sencillo arrojarlos a una especie de histeria susceptible de inducirles a la locura asesina o a un estado de abyecta cobardía… Es cuestión, sin embargo, de determinar si el animal salvaje es en realidad cobarde.

El rey babuino se acercó a Korak. Anduvo a su alrededor, en círculos cada vez más estrechos, mientras gruñía y olfateaba. Korak le dirigió la palabra.

–Soy Korak -dijo-. Abrí la jaula en la que te tenían prisionero. Te salvé de los tarmanganis. Soy Korak, el Matador. Soy tu amigo.

–¡Jiu! – gruñó el rey-. Mis oídos me dijeron que eres Korak. Mis ojos me dijeron que eres Korak. Y ahora mi nariz me dice que eres Korak. Mi nariz no se equivoca nunca. Soy tu amigo. Vamos, cazaremos juntos.

–Korak no puede ir ahora de caza -replicó Korak-. Los gomanganis se han llevado a mi Miriam. La tienen atada en su aldea. No van a soltarla. Korak, solo, no puede liberarla. Korak te liberó a ti. Ahora tienes que acudir con tu tribu y ayudar a liberar a la Miriam de Korak.

–Los gomanganis tienen palos agudos que arrojan contra los demás. Atraviesan los cuerpos de los miembros de mi tribu. Nos matan. Los gomanganis son gente mala. Nos matarán si entramos en su aldea.

–Los tarmanganis tienen palos que meten ruido y matan a gran distancia -replicó Korak-. Empuñaban esos palos cuando Korak te sacó de su trampa.



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